jueves, 21 de abril de 2011

10 años del Argentinazo


Del “Que se Vayan Todos” a “Un país en serio”:
3 puntos para pensar hoy la rebelión popular del 2001

Los hechos de Diciembre de 2001 fueron un punto de inflexión en el curso político, social y económico de nuestro país. Estos párrafos buscan aportar a una primera reflexión y un balance sobre aquellos acontecimientos, 10 años después. Qué significaron y expresaron las jornadas del 19 y 20 de Diciembre, qué cambió en el país, qué expresan los gobiernos posteriores, y cómo se recuerda y retoma hoy en día la rebelión popular del 2001, son algunos de los ejes en los que nos interesa profundizar, y en los cuales damos acá un puntapié inicial a una discusión que consideramos necesaria.

1. La Rebelión o el caos.
Diciembre de 2001 es recordado de diversas maneras, según quién lo haga. Para aquellos interpelados por el “Qué se vayan todos”, es decir, los partidos políticos tradicionales que venían gobernando el país y, en definitiva, la mayoría de quienes lo siguen gobernando hoy, aquella fue una época negra donde nuestro país tocó fondo. La “crisis del 2001” es así recordada con vergüenza y miedo: cómo un fantasma a invocar desde la oposición, o cómo una etapa superada y olvidada desde gran parte del oficialismo.
Quienes nos sentimos hijos y protagonistas de aquellas jornadas, no compartimos la lectura de recordar los hechos ocurridos en diciembre de 2001 como una crisis. La crisis (económica, política, social) fue, en todo caso, una de las causas que explica la rebelión popular, una de las más importantes en la historia de nuestro país. Cuando parecía que el sueño de la política económica neoliberal no iba a agotarse nunca, la irrupción de “nuevos” sujetos invisibilizados por la política (piqueteros, desocupados, gente hambrienta) -que desde algunos años antes habían comenzado a desarrollar acciones de protesta cada vez más fuertes- junto con la clase media empobrecida a la que le habían quitado sus ahorros impugnaron de modo radical las formas de hacer política (por los sectores dominantes); el “Que se vayan todos¨” se escucho acompañado de “piquete y cacerola la lucha es una sola”. Las asambleas se propagaron por varios barrios de la Ciudad de Buenos Aires  y del país, multiplicando la posibilidad de intervención política a través de espacios que se proponían como “horizontales” (forma de praxis política muy original para la historia argentina). Las discusiones y los reclamos giraban en torno a la democratización de las estructuras políticas como a medidas que debían tomar un nuevo gobierno (entre las que más se recuerdan figura el no pago de la deuda externa) pero también se revelaba, con distintos niveles de explicitación- la demanda de restaurar de modo urgente la “institucionalidad perdida”.

2. El “piloto de tormentas” y  un “país en serio”
El extraordinario momento generado por la rebelión popular, no era un estado sostenible en el tiempo: ¡Que se vayan todos!, ¿para que venga quién? Rápidamente, desde los grupos dominantes se planteó la necesidad de dar un encauce institucional que tuviese en cuenta algunos de las demandas y los reclamos de la nueva situación. El gobierno de Eduardo Duhalde funcionó -para estos sectores- como una transición necesaria y fundamental para que en 2003 se llame a elecciones y se elija a Néstor Kirchner. Pero durante el gobierno de Duhalde se produjo otro hecho que marcaría a fuego la política argentina de los próximos años: El 26 de junio de 2002 la policía bonaerense asesina en el puente Pueyrredon a dos compañeros del movimiento piquetero, Maximiliano Kosteki y Darío Santillán. Esta masacre ocurre en simultáneo con el lanzamiento del Plan Jefes y Jefas cuya característica es la gran cantidad de planes que fueron entregados. El Estado instauraba así una estructura de ayuda social a la vez que mantenía el orden con su estructura represiva.
La consigna con la que Néstor Kirchner asume en 2003 es la de “Argentina, un país en serio”. Desde ese lugar se ve como el reclamo prioritario que se recupera es el de la institucionalización tan reclamada por los sectores medios. A la vez, nos encontramos ante un Estado más permeable a los reclamos de los sectores populares, un Estado cuya base social será más amplia y su forma de ejercer la hegemonía implica nuevas herramientas, entre las cuales se presenta un andamiaje institucional complejo que canalice los reclamos de los sectores subalternos. Los que están “adentro” reciben un trato privilegiado en el acceso a  ciertos recursos estatales, aunque su correlación de fuerzas interna como los espacios de poder que disponen, son en su mayoría irrelevantes. Distintas conceptualizaciones intentan dar cuenta de este complejo fenómeno de participación en el gobierno de organizaciones piqueteras que durante los años noventa habían luchado en las calles: transformismo, cooptación, incorporación subordinada… etc. Por su parte, quienes se encuentran por fuera de esta estructura institucional son reprimidos, judicializados, marginados o estigmatizados.

3. Por una alternativa política emancipatoria
La nueva hegemonía que se construye con el kirchnerismo, más que reivindicar la rebelión popular del 19 y 20 y postularse como su hija legítima, recurre al 2001 agitando el fantasma del caos y presentándose como los únicos capaces de gobernar. A su vez, el gobierno de Duhalde fue el que generó las condiciones para que arribara el kirchnerismo al gobierno. Sin embargo, no coincidimos con la lectura que plantea un simple continuismo entre el gobierno actual y los gobiernos anteriores a la rebelión. Hacer esta lectura sería desconocer las nuevas formas de hegemonía en la Argentina de hoy y no haría más que desarmarnos frente a una situación que desafía a las organizaciones populares que día a día luchamos por el cambio social. Es esencial un balance crítico de estos diez años para pensar qué luchas que se iniciaron en diciembre del 2001 todavía nos las debemos y para, en el proceso actual, en el cuál enfrentamos al posibilismo y la teoría del “no se puede hacer más”, seguir apostando a un proyecto transformador, no bajando nuestras banderas ni renunciando a nuestras luchas.

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