jueves, 3 de septiembre de 2009

Problemas de la vida cotidiana
Junto con la apertura del debate necesario para producir transformaciones de fondo en nuestra carrera, se impone problematizas parte del día a día que transcurre en aulas y oficinas de nuestra facultad.

Comenzando por algún lado, buscando modificar estas prácticas cotidianas que hacen a la vida académica, decidimos hacernos algunas preguntas ¿Qué pasa con las relaciones de autoridad de cada cátedra en particular y del claustro docente en general? ¿Cuáles son las relaciones que se generan dentro del aula, que no permiten que los estudiantes podamos tener algún tipo de incidencia tanto en las tomas de decisiones como en los procesos de aprendizaje y construcción/producción de conocimiento? ¿Qué pasa cuando algunas decisiones nos parecen arbitrarias desde nuestro lugar de estudiantes? ¿Qué situaciones de maltrato administrativo se dan, qué trabas burocracia encontramos, qué papeleo en exceso? Sabemos que estas son problemáticas que existen en todas las instituciones educativas, pero entendemos que, lejos de naturalizarlas, ponerlas en el centro de nuestra crítica nos ayudará a la instalación de una perspectiva de transformación en nuestra carrera. Una carrera democrática y participativa se construye también transformando estas relaciones de poder que en lo cotidiano obstaculizan el protagonismo estudiantil en las principales decisiones académicas y pedagógicas.



Producción colectiva, apropiación privada

Son muchas las veces en que los estudiantes nos encontramos en una posición de subalternidad, y de esto varios son los ejemplos. Una cuestión bastante significativa son las encuestas y/o entrevistas que realizamos durante la carrera, donde se provee de materia prima (datos) a las investigaciones de algunos docentes o cátedras. En algunos casos esto se convierte en nuestra mera utilización como mano de obra gratuita: es un trabajo no pago, no sabemos dónde va a parar, ni estamos “habilitados” para utilizar esos datos para investigaciones propias si así lo quisiéramos. Sabemos que, de la manera en que se estructuran las cátedras actualmente, el estudiante tiene pocas maneras de incidir o problematizar junto al docente la pertinencia de ciertos objetos de estudios o de las metodologías de enseñanza (hablando mal y pronto, sobre la utilidad de mandarnos a encuestar creyendo de que así vamos a aprender a investigar). Aun así, vemos como posible crear alguna normativa que regule esta cuestión en particular. Por ejemplo, se podría establecer que sea obligatorio socializar entre todos los estudiantes y docentes las bases de datos que son producto de este tipo de trabajo colectivo, que al utilizarlo sean citados de manera tal que se comprenda que fue de producción grupal durante la cursada, que los estudiantes contemos con una instancia permanente en la cual podamos opinar sobre el carácter formativo o no de ciertas prácticas, etc.

Democratizar los claustros también en el día a día

La demanda de democratización del co-gobierno universitario y de todo ámbito de decisión política en la universidad es una demanda central del movimiento estudiantil. Sin embargo, esta pelea debe ser acompañada por una verdadera democratización de la vida cotidiana en nuestras aulas. Avanzar hacia una carrera con mayor participación demanda, entre otras cosas, promover el protagonismo estudiantil en las aulas y valorizar sus opiniones en cuanto a contenidos, métodos pedagógicos o de evaluación. Si reformamos la proporcionalidad del co-gobierno pero mantenemos relaciones de subalternidad y de transmisión unidireccional de conocimiento, los cambios se quedarán sólo en lo institucional, cosa necesaria pero que no deja de ser extraordinariamente limitada. Así es que vemos la necesidad de potenciar las opiniones del claustro estudiantil, no solo para poder cuestionar decisiones que se entiendan como arbitrarias por parte de docentes o autoridades, sino también porque existen allí capacidades de aportes críticos, ideas y propuestas que la mayoría de las veces son subestimadas o desconocidas por el "establishment" académico.Sin dudas habrá que discutir cuáles son las mejores herramientas para fortalecer la participación estudiantil en los asuntos académicos, pero la única propuesta indadmisible es el conservadurismo de mantener todo "como está" en virtud del terror a los cambios que paraliza mas de una vez la política de nuestra facultad.

¿Quién investiga?¿A qué precio?

Otro punto a ser tratado es cómo la construcción/producción de conocimiento pasa solo por algunas manos. Hoy en día el acceso a los espacios de investigación cuenta con requisitos que son difíciles de cumplir por la mayoría de los estudiantes y aún para los graduados. Las becas orientadas hacia los estudiantes, como la Beca Estímulo, se ototrgan en un número extremadamente reducido (9 el último año), por lo cual acceder a la misma resulta todo un privilegio. Una vez graduados tenemos que entrar de lleno en una competencia feroz de acreditaciones, posgrados, publicaciones, etc., y la posibilidad de "éxito" en este terreno está en gran medida determinada por las relaciones personales, favores políticos y prebendas académicas. Este, logicamente no es un problema específico de nuestra carrera: todo el sistema científico nacional está pensado de manera que la investigación sea una tarea de elite, reservada sólo para los que tienen altos promedios, se reciben a una corta edad, acumulan publicaciones, títulos y certificados, y mucho mejor si se tienen "buenas vinculaciones". De esta manera, la producción de conocimiento termina alejada no sólo de los sectores excluidos de la universidad, sino que incluso al interior de esta queda reservada para una pequeña minoría. Desde ContraHegemonía creemos que tenemos que poner en pie un fuerte cuestionamiento al monto y distribución de los recursos disponibles para la investigación, a las actuales comisiones evaluadores y a las grillas de puntaje, al limite etario para acceder a las becas de doctorado o al CONICET, y a toda política científica de carácter elitista y antidemocrática.

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